Comparto, para que se conozcan, las declaraciones del antiguo rector Diego Sales sobre los gastos de su equipo. Voy a mojarme opinando. Y aclaro que ni tengo interés personal (ni amistad ni enemistad con ningún "señalado") ni mantengo colaboración alguna con la Universidad desde hace muchos años. De aquella denuncia tan escandalosamente publicitada no ha quedado nada, salvo -y es terrible- la sospecha que quisieron extender sobre la honorabilidad y el trabajo de muchas personas. Esa sospecha, en el estado de alerta contra la corrupción en que se lanza, es suficiente para que mucha gente haya condenado (como se hace con frecuencia, sin más consistencia que la propia antipatía personal) a esas personas. Da igual que, inmediatamente, se explicaran y aportaran documentación que justificaban esos gastos. Esas réplicas aparecieron en cartas al director o en pequeños sueltos en páginas interiores, nunca en portada, donde sí se publicaron las denuncias. Volveré luego sobre el papel de la prensa.
Las denuncias llegaron en un momento tan clave que, sin entrar en juzgar intenciones (pues tampoco se conocen los autores intelectuales que las instigaron), consiguieron espantar cualquier posible alternativa en las inmediatas elecciones universitarias. Tampoco creo que partieran del actual rector, a quienes también señalaban, por omisión, esas falsas denuncias. Nadie, en su sano juicio, querría meterse en un avispero donde -con razón o sin ella- entraría en un linchamiento público. La nada sutil amenaza ha funcionado. En otros sitios a ese comportamiento mafioso le llaman Omertà.
Después está la difusión. Creo que un periódico, Diario de Cádiz, no ha cumplido en este caso las más elementales normas deontológicas. Ni la noticia salió, desde el principio, con las versiones contrastadas, ni se les ha dado luego a las réplicas la misma importancia informativa. Creo que quienes defendemos la libertad de prensa -algo sólo posible desde la autorregulación- merecemos que la apliquen con responsabilidad. Y sería deseable (lo que, desde luego, serviría para dar ejemplo moral) que reconozcan los errores. No es una debilidad; al contrario, una fortaleza que aumentaría su credibilidad. Esta actitud también sería de desear que la ejercieran los partidos, especialmente los que surgen para higienizar la política. Yo, que simpatizo con ellos, tengo que lamentar que -en este caso- se precipitaran en subirse al carro de las denuncias. Y aquí sí me gustaría que sacáramos todos nuestras conclusiones. A la corrupción hay que combatirla hasta sus últimas consecuencias. Pero es imprescindible ponerles nombres y apellidos a los corruptos para aislarlos, sin generalizar, para que tengan su castigo y no se escondan en la impunidad del mal de muchos. Y, fundamental, también deberíamos diferenciar lo que de verdad es corrupción.
Es contradictorio querer medir la eficacia de la Universidad por sus rendimientos y, acto seguido, acusar los gastos de su funcionamiento como algo corrupto. Los gastos de representación, las dietas y los viajes, si se realizan para hacer crecer la Universidad, son necesarios. Por supuesto deben estar justificados en la contabilidad pública. En este caso, lo estaban, uno a uno. Un gasto con tarjeta es perfectamente legal. Una tarjeta sólo es "negra" si es opaca a la contabilidad universitaria o a la de Hacienda. No existió ninguna tarjeta "black", no mientan, no manipulen. Otro asunto es que esos gastos deben ser también evaluados políticamente por su rendimiento, para lo que existen mecanismos de control e instituciones como el Claustro o el Consejo Social. Creo que en toda esta denuncia no se ha diferenciado -interesadamente- entre justificación y evaluación. Si estaban justificados con facturas o tickets, ni hubo nunca delito ni hubo nunca irregularidad alguna. La evaluación de esos gastos tiene que ver con la proporcionalidad entre lo gastado y lo conseguido. No me corresponde a mí hacer esa evaluación (sometida a una interpretación de política universitaria), pero sí decir que hubo resultados. En forma de nuevos destinos Erasmus, de nuevas transferencias de resultados de investigación a empresas, de nuevas becas de prácticas, de prestigio académico del profesorado gaditano en el extranjero. Toda esa actividad, en tanto la hace más competitiva, repercute en todos los estamentos de la Universidad.
Yo no quiero una Universidad endogámica en su gaditanismo; ni inmovilista para que no la señalen; ni que no se relacione con ninguna otra; ni que sólo funcione de lunes a viernes; ni que no pueda intercambiar profesorado que muchas veces, por afinidad de investigación, viene sin cobrar, sólo por los gastos de la estancia. Y que no haga nada de eso sólo por miedo a salir como corruptos en los papeles, si el viaje para cerrar acuerdos está en el lejísimo extranjero, o la cena de cortesía (que también es trabajo) pasa de las doce de la noche, o sucede en fin de semana.
Totalmente de acuerdo
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