Asistimos a la brillante presentación
en Cádiz del nuevo libro del poeta José Manuel Benítez Ariza, Nosotros los de entonces. La Fundación
Carlos Edmundo de Ory puso el escenario y una perfecta organización para que,
en ese ambiente de relajación y confianza, tanto el poeta como su presentadora,
la profesora María Jesús Ruiz, desplegaran un amplísimo repertorio de
conocimientos filológicos, complicidad, estímulos clásicos, picardía e,
incluso, divertidos momentos comprometedores cuando preguntas o respuestas se
acercaron al desnudo moral. No hubo sumisión ni envalentonamientos. Y, en eso,
pero no sólo en eso, la presentación tuvo mucho más de metáfora del amor que de
cirugía. No en vano, el libro habla del amor focalizado y del difuso; del amor centrífugo
y del centrípeto; del imaginario real y del tan real que cuesta imaginarnos sin
él. Como dijo varias veces José Manuel, también habla de la necesidad de
enamorarnos del amor. Llamarlo mera ficción sería tan injusto como negar que el
amor existe, y que nos salva. Pero desentendernos de nuestra necesidad de ficción
sería una irresponsabilidad. Tanto como dejar al azar toda nuestra capacidad de
salvarnos. Tanto como renunciar a ser los creadores de nuestras propias fantasías;
renunciar a cambiarlas y adaptarlas según nos convenga. Porque si el amor a
veces salva, nuestras ficciones nos salvan siempre.
Nosotros los de entonces, toma título de un verso del poema más
popular del libro de poemas de amor más popular de varias generaciones
contemporáneas. Cuando Neruda empezaba su puedo
escribir los versos más tristes esta noche, como colofón de amor antes de
cantar desesperado, quería contar lo efímero, lo cambiante que es el amor: nosotros los de entonces, ya no somos los
mismos. Este libro, a través de sesenta poemas de amor de muy distintos
momentos, habla de esa transformación. Que nunca es lineal, cronológica, porque
continuamente nos desdecimos, volvemos atrás, nos lanzamos a abismos nuevos. Como
en todo género de ficción, y la poesía como la autobiografía lo es
especialmente, hay que construir una narración, crear un orden que sea más
coherente que la propia vida. Benítez Ariza los ha ordenado con la misma ironía
y reflexión de todos sus libros anteriores, con la misma meticulosidad
entusiasta y a la vez descreída, valga la paradoja. En esa trayectoria ha
escrito algunos de los mejores poemas de amor que conozco. Amores que crecen y
sobreviven a las transformaciones largas de sus protagonistas, tan cambiantes
con los años o los accidentes vitales. Tan necesitados de reinventarse cada
vez.
José Manuel Benítez Ariza y María Jesús Ruiz