El escritor gaditano José Rasero Balón, aunque nacido circunstancialmente en Alhucemas, presentó ayer su novela Badián no es un anís (Ed. Alternativa Luz de Luna, 2012) en el bar más antiguo de Cádiz, La Parra del Veedor. Es su segunda novela, después de la impactante y fresca Laila (Altazor, 1997) y de su poemario Brochazos (2001). Producción, pues, muy meditada siempre, con mucho trabajo detrás. Este mismo Badián no es un anís es fruto de tres años de escritura, retomando un primer texto de finales de los noventa. Escritor también sedimentado tras muchas experiencias, muchas riadas que han traído estos aluviones. Fotógrafo, músico de saxo en grupos de la particular movida gaditana de principios de los ochenta, profesor de Instituto de Lengua y Literatura ya retirado, corresponsal de la realidad en diversos blogs y revistas digitales, José Rasero nos contaba ayer mismo que encuentra verdadera comunicación en estas redes. Ayer se le pudo ver en persona rodeado de quienes lo seguimos con el interés que merece.
Badián es el nombre de la planta del anís estrellado, pero Badián es también el nombre del protagonista principal de esta novela en tres capítulos. Tiempo habrá de reseñarla cuando la lea, pero ahora, en estos apuntes de urgencia del acto de presentación, sí conviene avanzar lo que su autor reveló sobre su construcción, o sobre su banda sonora, entre el flamenco y la siempre armoniosa grandeza de Bach.
Parte de una anécdota cierta, el entierro en Pobra do Caramiñal de Juan Villasante Paz, supuestamente llevando en uno de los bolsillos de su traje un décimo de lotería premiado con cinco millones de las antiguas pesetas. Las pesquisas probaron, después, que el décimo fue sustraído antes del entierro, y no se llegó a exhumar el cadáver. Rasero viajó al lugar, en un trayecto de tren releyendo a Valle Inclán, y pudo conocer que en ese pueblo hay un monumento al mismo escritor, asiduo de la población, y que se celebra allí, cada tercer domingo de septiembre, La Procesión de las Mortajas, un sorprendente cortejo de personas arrebatadas a la muerte que hacen procesión detrás de su propio ataúd Son personas que se habían salvado de una grave enfermedad o de un accidente, y agradecían así esa prórroga de vida obtenida. Es el origen lejano del primero de los capítulos de la novela. El segundo, utiliza las propias vivencias de José Rasero como profesor de Instituto. Y, en el tercero, ambas historias se entrecruzan, terminando por descifrarse.
Novela prometedora, que Chencho Zocar, su presentador, no dudó en calificar de fantástica.
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