lunes, 22 de abril de 2013

EFECTOS RETARDADOS DE LA HIPNÓSIS



Para reinterpretar en concierto Hipnosis, su primer disco como Lagartija Nick, rescatado el pasado año, el grupo granadino estuvo en la Universidad de Cádiz el pasado jueves, 18 de abril. Un día antes, para explicar –en lo posible- ese viaje retrospectivo, dos de sus más destacados componentes mantuvieron un encuentro, tan relajado como estimulante, con quienes se habían inscrito en esta segunda sesión del nuevo ciclo, Tutores del Rock. Ambos, Antonio Arias y Eric Jiménez formaban parte de la banda original que se estrenó, en 1991, con este disco que, según algunos críticos, bebía de las fuentes del rock sucio, directo y enérgico de los ochenta que, en la siguiente década, daría vida a toda esa amalgama de opciones del rock alternativo, ya fuera de los gustos prefabricados de lo comercial y declarados herederos del amplio espíritu ideológico del punk. Lo que entonces supuso la novedosa irrupción de las discográficas independientes como opción distinta a la de las grandes compañías terminaría, con el éxito, formando parte de un mismo engranaje. Cierta decepción por esta nueva homogeinización del actual panorama musical apareció en distintos momentos del encuentro. “Cuando las compañías indies se quieren convertir en multinacionales, poca novedad aportan”. O el más rotundo: “Las indies graban mucha mierda”, ejemplificado en algún caso en la gran pantalla de la sala que, a modo de ilustración, acompañó algunas de estas rotundas afirmaciones con la proyección de videos musicales.


Que ahora, veintidós años más tarde, retomen Hipnósis quizás se deba a querer darse esa necesaria distancia de intenciones con lo que ahora se cuece, aún estando ambos inmersos en grupos importantes de esta actualidad; quizás por lo que de cierto tiene la ingeniosa ocurrencia lanzada por Eric de que preparaba canciones para ser oídas treinta años más tarde. Con esa cadencia, dijo, el reconocimiento de las de ahora le llegará en el geriátrico. Es lo que llamó efectos retardados de su música. Cuando ahora Omega es un disco de culto, tan despreciado en su momento, parece motivada esta revisión de ese primer disco, ignorado también en su aparición. Entonces, Eric dejó la batería de KGB y Antonio el bajo de su enorme grupo maldito de los ochenta, 091, para hacer algo más duro. Lo contaba en Ruta 66, el mismo año de lanzamiento de Hipnósis: “Era una estupidez que Lagartija Nick sonara más blando y decidimos endurecerlo no por una postura de pose, sino porque era lo que más nos estimulaba”. El disco, en vinilo, mal producido, sonaba muy potente. En sus letras hay más cabreo que escepticismo, más confrontación que evasión y escape. La música no es menos dura que sus letras de masas hipnotizadas por la televisión, por los incipientes paraísos artificiales de los videojuegos, por la resignación. Como diría también Eric, que en diversos momentos del encuentro mostró su contrariedad por toda la corrección política que está desactivando el rock actual: “El rock es violencia”. No es una nana para dormir a nadie.

Eric Jiménez

Antonio Arias quiso empezar por situar su disco en el contexto de lo que entonces se editaba. Lo ilustró en pantalla con el “Efervescente”, canción de 1992 de Los Bichos, el mítico grupo navarro de Josetxo Ezponda, fallecido sólo un día antes. En otro momento, rescató otra canción “Voces en la jungla”, de 1983, del grupo Los Monaguillosh, un pop oscuro con toques sicodélicos, como los que también aparecen en el propio Hipnósis: “voces en la jungla, con ecos que no acaban / voces sin garganta, siniestramente aisladas”.

Cuando tocó hablar de “Omega”, el impresionante trabajo de Enrique Morente y los Lagartija, se describió lo que aquella experiencia –y luego el disco, y todo lo que aún sigue produciendo-, supuso de choque entre dos mundos que se desconocían mutuamente: el flamenco puro de Morente y el rock que entonces hacían. Nunca fue un proyecto de fusión sino de infusión, utilizando una inteligente metáfora. Música de fusión del flamenco con el rock ya la hacían estupendamente, dirían ambos, grupos como Ketama o Pata Negra. Se trataba de pararse a escuchar lo que el otro hacía, poner una cosa al lado de la otra. Como las infusiones, ese contacto necesitó tiempo para ir convirtiéndose en algo tan relevante. Antonio contó que existe mucho material aún inédito de ese “Omega”, que saldrá, o no saldrá, cuando lo decida la familia. Y contó su propia sensación: “cuando murió Morente estalló un planeta. Era el final de un sueño”.

Antonio Arias

Lo importante, diría Antonio Arias en otro momento, es la trascendencia. Lo que permanece en el pasado, el presente y el futuro. Y citó la importante presencia en Granada, en los ochenta, de Joe Strummers, líder de los mismísimos The Clash, o los antecedentes de grandes músicos de la ciudad, como Los Ángeles, ese cuarteto guitarrero polivalente que arrasó en los sesenta y primera mitad de los setenta, o el del propio Miguel Ríos. No se mostró tan conciliador Eric en estos reconocimientos. Ahora el panorama de la música granadina es muy brillante. Con mucha militancia compartida en distintos grupos que funcionan como promiscuos vasos comunicantes: Los Planetas, Evangelistas,  Eskorzo, Niños Mutantes, Grupo de Expertos Solynieve, o los más jóvenes Lory Meyers o Napoleón Solo. Sobre esta intercomunicación ambos músicos presentaron dos posturas encontradas. Mientras Antonio defendió ese espacio común basado en un mismo compromiso por la música, Eric se quejó de la hipocresía de “buen rollito” entre bandas, defendiendo la competitividad, la pelea dura por espacios propios.

Han cambiado mucho las cosas desde aquellos primeros noventa. Ahora los grupos, diría Antonio, vienen mejor preparados pero, como está ocurriendo en toda la sociedad, está desapareciendo la clase media. Hay una enorme diferencia de medios entre unos grupos y otros: los hay muy grandes, que se llevan con muchísima promoción, mientras todos los demás se mueven en la pura autogestión. Las compañías no arriesgan en nuevos temas de grupos históricos, prefieren las reediciones, tirar del fondo de catálogo. También Internet ha atomizado los públicos, al acotar y personalizar tanto las preferencias. Las enormes posibilidades de difusión han acortado la vida de las canciones. “Ahora se queman en tres meses, cuando antes podían durar dos años”, contó Antonio.  Quizás por esa misma voluntad de trascendencia temporal ahora los efectos de su Hipnósis llegan a su mejor momento.

Manuel J. Ruiz Torres 

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