miércoles, 20 de marzo de 2013

LA ALCALDESA SÓLO SE REUNIRÁ CON LAS CHIRIGOTAS ILEGALES SI ANTES LE DAN LA RAZÓN



Como para la alcaldesa de Cádiz no es cierto que se haya atacado la libertad de expresión ni los derechos cívicos en la represión del Carnaval Chiquito, sólo se reunirá con las agrupaciones que de eso la acusan si, previamente, se retractan. Es decir, le dan la razón. Eso nos lleva al absurdo de que sólo está dispuesta a debatir sobre su propio sentido de la verdad con quienes lo compartan. Quítenles a deliberar todos sus significados (meditar, pensar, analizar, reflexionar) y sólo queda espacio para los juegos florales de la adulación. Única actitud que, con este planteamiento, parece admitir la alcaldesa. Libertad de expresión pero sin libertad de opinión. Leído el comunicado de capitulaciones que Teófila ofrece a las chirigotas para que se rindan, parece claro que la alcaldesa tiene un sentido, digamos que muy podado de lo que es la libertad de expresión. Según documento tan poco sospechoso como la Declaración Universal de Derechos Humanos, ese derecho incluye no sólo el poder revelar lo que se piensa sino el de “no ser molestado a causa de sus opiniones”. En los “incidentes”, que es como la versión policial y municipal llama a la carga contra las últimas agrupaciones que cantaban ese Carnaval Chiquito, se procedió a hacer dos detenciones, y a identificar y multar a quienes se atrevieron a opinar que tenían derecho a estar a esa hora en la calle. También a quienes, cantando, opinaban que el Carnaval siempre ha consumado su ciclo de forma natural, pacífica.

En el mismo comunicado de la alcaldesa se acusa a una gaditana presentadora de televisión muy popular de dañar “la imagen de la ciudad”, sólo por tener una opinión muy distinta de cómo ocurrieron los hechos. Hay libertad para expresarse pero apechuga con que te injurie por tus opiniones. O tanto como entender que, cuando nuestra actual Constitución limita esa libertad de expresión por, entre otros, el derecho a la propia imagen, la de todo Cádiz tiene el mismísimo tamaño que la de su alcaldesa, a quien no se nos permite reprochar su evidente torpeza en manejar todo este asunto. Se alude a la profesionalidad de la policía local. Pero lo cierto es que poco proporcionado parece que –siguiendo el lenguaje oficial- un simple “incidente” por ruidos acabara en una carga policial, dos detenidos -creo que injustamente- pendientes de juicio y la extendida convicción en la ciudad de que este Ayuntamiento quiere domesticar el Carnaval. Más no han podido equivocarse.

La libertad de expresión no es sólo que se deje cantar lo que se quiera sino que se haga con la tranquilidad de no recibir represalias. Cuando se montó un dispositivo de la policía local para “revisar” el contenido de las pancartas introducidas por un grupo que concursaba en el Falla, era un acto de coacción a esa libertad de expresión. Cuando el Ayuntamiento montó un dispositivo policial preparado para clausurar el Carnaval Chiquito a una hora determinada, estaba fijando un límite temporal a esa libertad de expresión, rebajada así a libertad condicional. Lo excepcional del Carnaval es su carácter libérrimo, popular, espontáneo. Todo lo que haga el Ayuntamiento para acotarlo y querer someterlo a reglamento, como si de una actividad molesta se tratara y no de parte fundamental de nuestra identidad, es una pérdida terrible de libertades. Un retroceso a cuando aún se discutía qué era eso de la libertad. Creíamos que no íbamos a repetirlo.

Manuel J. Ruiz Torres

No hay comentarios:

Publicar un comentario