jueves, 10 de marzo de 2016

FEMINISTA

Precisamente porque hoy no es 8 de marzo, sino un día más de los otros 364 días, quiero recuperar este antiguo artículo publicado (dentro de la columna semanal "Los Peligros", que mantuve durante cuatro años), en "La Voz de Cádiz" el 8 de marzo del 2005. Es decir, hace once años. Antiguo artículo, que no anticuado ni, por desgracia, obsoleto.

FEMINISTA
El feminismo es un movimiento que exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres. Nada más y nada menos. Sin embargo, demasiados hombres y mujeres se sienten obligados a aclarar, antes de dar su opinión sobre cualquier injusticia que afecte a una mujer, que él o ella no son feministas. Como no creo que sean mayoría quienes defienden que las mujeres tengan menos derechos que los hombres, aunque sea eso exactamente lo que están diciendo al declararse como no feministas, me parece que habría que empezar por denunciar cómo muchos interesados han conseguido manipular y denigrar el uso de una palabra noble. Hay que recuperar para el lenguaje el sentido de las ideas feministas. Me gustaría, para eso, hacer un poco de historia. Que la próxima vez que alguien, él o ella, se defina como no feminista sepa lo que dice. 

Feministas eran las sufragistas inglesas que reclamaban el derecho al voto para las mujeres y cuya organización fue considerada terrorista por Scotland Yard. Después de encarcelamientos, huelgas de hambre y la activa colaboración en la I Gran Guerra Mundial consiguieron el sufragio universal que, en España, salvo el periodo de la II República y los plebiscitos franquistas, no llegaría hasta 1976. En un país tan civilizado como Suiza, las mujeres no pudieron votar en algunos cantones hasta 1990. ¿Alguien no feminista defiende que las mujeres no voten? 

La nada sospechosa Asociación Nacional de Mujeres Españolas hacía suyas, en un manifiesto de 1918, algunas de las otras peticiones de las sufragistas reclamando, entre otros, castigo a los malos tratos, creación de escuelas públicas suficientes, derecho a ascender en los destinos, personal femenino en la policía, igualdad ante el adulterio o derechos para la mujer en el matrimonio, la patria potestad y la administración de bienes conyugales. Veamos algunas de estas peticiones que, para alguien no feminista, le parecerán sin duda radicales. Por ejemplo, si la mujer cometía adulterio una sola vez se le castigaba, pero a los hombres sólo si existía habitualidad, el amancebamiento. El adulterio se despenalizó en 1978. Si un hombre sorprendía a su mujer en adulterio y la mataba o le causaba graves lesiones, delito conocido como uxoricidio, sólo era desterrado; si las lesiones no eran graves, quedaba sin pena. Esta situación duró hasta 1961.

Si el hombre maltrataba de obra a la mujer se castigaba con arresto de unos días; a la mujer se le podía castigar por maltratarlo sólo de palabra. Si una mujer, maltratada o no, se atrevía a pedir la separación, ya fuera considerada inocente o culpable, debía abandonar el domicilio, pues la casa era considerada del marido que, como administrador de los bienes, se quedaba con todo. El divorcio no se aprobó hasta 1981. La mujer estaba obligada a seguir al marido donde éste fijase su residencia, dentro de España. Sólo hasta 1975 no se fija el domicilio por mutuo acuerdo, aunque si no hay acuerdo decide el titular de la patria potestad, que, hasta 1981, era sólo el marido. Es decir, el único que legalmente decidía sobre los hijos no emancipados. Al casarse, el marido se convertía en representante legal de la esposa. La mujer no pudo ser testigo en un testamento o tutora hasta 1958. El derecho del marido a la administración de los bienes de la pareja era tal que la mujer no podía, sin su permiso, adquirir o enajenar bienes, ni disponer de los de ambos, aunque los hubiese aportado ella, sin la licencia marital. Sólo hasta 1958 no se obliga al marido a pedir el consentimiento a su esposa para disponer de los bienes inmuebles comunes, aunque los gananciales los siguió administrando el marido, y sólo en 1981 pasan a ser administrados por ambos. Esa “licencia marital”, necesaria también para abrir una cuenta en un banco, trabajar, manejar un automóvil o tramitar un pasaporte, no desapareció del Código Civil hasta 1975. ¿Este modelo de convivencia es el que defiende quien dice ser no feminista?. Todavía falta mucho para la igualdad, pero no hay que disculparse por pedirla con su nombre.

Manuel J. Ruiz Torres

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