jueves, 18 de octubre de 2012

MENTIRAS Y PRESUPUESTOS


El Partido Popular perdió las elecciones de 2004 porque mintió sobre la autoría del atentado de Atocha. El Partido Popular ganó las elecciones de 2011 porque mintió un programa de salida de  la crisis sin subida de impuestos ni recortes en educación, sanidad o desempleo. También ganó porque, previamente, el Partido Socialista decidió mentirse a sí mismo –y en la acción, a todo el que los creyó-  al escoger aplicar la cirugía liberal de la estabilidad, que en realidad es una poda sangrienta de miembros sanos,  a una crisis que había provocado la especulación capitalista, con los bancos como juez y parte del expolio. Que es tanto como querer curarnos con los mismos virus que provocaron la enfermedad, pero no debilitados como en una vacuna, sino envalentonados, engallados, chulescos,  en su reconocimiento de solución única. Como mentiras, ni siquiera son muy elaboradas. Son mentiras sin guión, sin in crescendo dramático, sin grandes actrices y actores dándose réplica. La política se ha instalado en la medianía previsible de una serie televisiva que hablara de conflictos amables entre vecinos de bloque. “No se puede hacer otra cosa”, diría el presidente de Comunidad. “Cierto, qué fastidio”, murmullarían quienes fueron a la reunión, en vez de estar en una playa permanente.  Porque, naturalmente, quien miente necesita de la credulidad de los demás, que  es una actitud que requiere cierta indolencia personal, con sus dosis de resignación y escapismo.

La semana que viene se van a discutir en el Congreso los nuevos Presupuestos Generales. Son mentira. Lo que de allí salga estará condicionado por los mercados, ese ectoplasma sobrenatural que nos ha poseído.  Como en las series, nos sabemos el final, porque ya viene repitiéndose.  Los actuales Presupuestos Generales para 2012 se aprobaron el 28 de junio y se publicaron en el BOE dos días más tarde. Allí se recogen las previsiones de ingresos por impuestos, con sus deducciones y beneficios fiscales, así como todos los gastos públicos a realizar; entre ellos, los cuantiosos capítulos de personal, inversiones o transferencias a otras administraciones. Sólo trece días después, el Consejo de Ministros aprobó, en decreto-ley, la subida general del IVA, quitó la paga extra y redujo los días de vacaciones del convenio de empleados públicos, redujo el subsidio de desempleo y anunció la supresión de bonificaciones a la contratación, eliminó la ayuda estatal a las hipotecas para compra de vivienda y la deducción en IRPF para las que se adquieran a partir de enero, reformó la administración local y “reordenó” la ley de Dependencia. Es decir, revocó sus propios Presupuestos Generales. En trece días.

Estos que vienen son también mentira. Pero, además, injustos. Podrían mentirnos el paraíso, escribirnos una novela bonita que acabara bien, hacer un brindis al sol anunciando que sus políticas carniceras han aplacado a las fieras y han servido para algo. Pero necesitan alimentar el derrotismo para que todo lo perdido se acepte como irremediable. Por eso prefieren esta mentira presupuestaria que escenifica un aumento del castigo, igual que el entrenador domestica a sus animales con sufrimiento.  Cuando, la semana que viene se rodee el Congreso para protestar contra los falsos Presupuestos, se estará haciendo, sobre todo, contra quienes convierten en pantomima formal su obligación de rendir cuentas al pueblo del uso de su dinero.

Manuel J. Ruiz Torres

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